22 junio 2014

Una visión del teatro


El Premio Nacional de Literatura Dramática, Juan Mayorga, abomina de los montajes ampulosos que pretenden anonadar al espectador. Juan entiende que no hay mejor maquinaria productora de imágenes que las palabras. Como decía un ex-monarca en los mensajes navideños a sus súbditos; “me llena de orgullo y satisfacción”.....coincidir con Mayorga. En no pocas ocasiones lo he manifestado en diferentes artículos de éste blog, ha existido demasiado teatro contaminado de ornato superfluo invadiendo la escena, donde lo importante parecía ser camelarse al espectador a través de postizos pretendiendo suplantar a la palabra.

Entrevista en EL PAIS a Juan Mayorga:
Muchos piensan que desde que el teatro existe se habla de crisis teatral. No es así”. De esta forma comienza un artículo de 1976 publicado en EL PAÍS. ¿Es el teatro un enfermo eterno?
Heiner Müller [dramaturgo alemán] decía que el teatro es crisis. El teatro vive de las situaciones inestables que se convierten en conflictos fértiles para la creación. Y en lo económico, el teatro, que se ha hecho en palacios y en caminos, es un arte preparado para resistir toda crisis. Ese dispositivo que crearon los atenienses es extremadamente ambicioso pero extremadamente sencillo en lo material. Nosotros podríamos decir: “vamos a hacer teatro esta tarde” sin otros medios que los que ahora están en nuestras manos. El teatro puede responder a cualquier crisis y sobrevivirá a cualquier crisis.
El teatro no se enfrenta a los cambios tecnológicos que afronta el cine, la música grabada, e incluso los libros. Y pese a eso, ha perdido más de cinco millones de espectadores desde 2007. ¿Qué está pasando?
Por un lado, los ciudadanos tienen menos renta. Y si escuchas que incluso están dejando de ir a la farmacia, cómo no van a dudar antes de comprar una entrada. Cuando se dan esas circunstancias, la política cultural de un Gobierno responsable debería ser ayudar a los ciudadanos a acercarse al teatro. Y está pasando lo contrario. La famosa aplicación del IVA del 21% es una política disparatada, tanto más si la comparamos con lo que está ocurriendo en Francia o Alemania, o incluso en países intervenidos como Grecia. En el IVA somos récord europeo, y está haciendo mucho daño. Pero hay que decir que en los últimos años, al mismo tiempo que se están cerrando salas, están apareciendo otras.
Estas nuevas salas, que prescinden en algunos casos incluso del patio de butacas, o formatos como el microteatro, ¿son un nuevo modelo o un parche?
Creo que hay que saludarlo como una respuesta a una situación económica difícil. Precisamente espectáculos muy ampulosos de otros tiempos pecaban de una falta de confianza en el actor y en el espectador. Si el actor es elocuente no necesita más que la complicidad del público. Y por otro lado, frente a épocas muy autoritarias desde el propio hecho teatral, donde se sostenía que había una, o dos, o tres formas de hacer teatro, lo que nos encontramos en la cartelera madrileña es una enorme diversidad. Aunque hay ciudades donde la oferta es más pobre que hace seis o cinco años.
¿Hay algún tipo de teatro que la crisis no permita?
Los teatros municipales, dirigidos por Ayuntamientos descapitalizados, acaban confiando solo en determinados productos que, o bien son muy fáciles para muchos espectadores, o bien están liderados por actores famosos, que a veces son extraordinarios y a veces no son los mejores. Hay un tipo de trabajo que está siendo censurado. Eso es malo para las compañías, que no pueden mostrar ese trabajo; es malo para el espectador, que no puede acceder a ese espectáculo; y finalmente es malo para la ciudad entera. Una ciudad sin teatro es más pobre, menos capaz de imaginarse a sí misma de otra manera, y por tanto es más frágil frente a esta crisis y frente a cualquiera. Y ahí es donde debe intervenir la política cultural.
¿Está el público dispuesto, emocionalmente, a dejar sus problemas del día a día y entrar en una sala donde se le enfrenta a más conflictos?
Por utilizar una imagen de [Walter] Benjamin, una obra de teatro habría de ser capaz de asaltar a un espectador como un asaltador de caminos al confiado paseante. Si el teatro no es capaz de desestabilizar de algún modo las convicciones del espectador, si no es capaz de ponerle ante buenas preguntas, está siendo irrelevante. Hay espectadores que agradecen un arte que los sorprenda, que abra heridas. Y ese es el espectador para el que debemos trabajar. Para el que solo busca obediencia, o eso tan triste que es matar el tiempo, ya hay una industria cultural trabajando con enorme eficacia.
Solo el 21% de los españoles ha ido al teatro al menos una vez en el último año. ¿Qué hay que hacer para que el resto se acerque a una sala?
Mi primera experiencia teatral en Francia fue con una compañía muy modesta, que representaba una de mis obras en un teatro periférico. Hacía una noche de perros. Vi 50 espectadores y percibí que no eran familiares de los actores (que tampoco eran famosos) y, por supuesto, no habían ido ni por la obra ni por mí. ¿Por qué estaban allí esas personas?¿Por qué habían dejado una casa caliente donde probablemente había una pantalla con los mejores actores del mundo? Habían salido por el teatro mismo, porque el teatro los había envenenado algún día. Siempre me digo que nuestra obligación es que esa gente vuelva. ¿Cómo se hace esto? Recordando que el teatro debe ser un acto de amor a la gente. Descubrirlo como un lugar de crítica y utopía. Si se hace así, el teatro irá extendiendo su fuerza.

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